15 Leyendas; La senda del viento.
Un grito de dolor se escuchó tras la pared donde estaba la entrada por la que habían pasado, seguidamente de un golpe. Al momento, la puerta comenzó abrirse lentamente apareciendo uno de los soldados sujetando con fuerza la espada manchada de la sangre del compañero que yacía sentado en un reguero junto al marco.
Ere puso detrás de ella a Linfa para protegerla al ver que los problemas habían llegado hasta su propio despacho mucho antes de lo espera, mientras que entre ambos se encontraba el ermitaño que ya había echado mano de su arma poniendo su mirada fija en aquel hombre de cara tapa y pensamientos nublados por las mentiras de un dictador asesino. El soldado inició la carrera con la espada por encima de su cabeza, mientras que algunas gotas caían en su espalda, dirigiéndose hacia Ere pero antes de llegar Roin consiguió interponerse en el camino de ambos, bloqueando con el cuerpo al soldado y agarrando con fuerza el brazo donde llevaba la espada. El forcejeo se mantuvo durante un rato mientras que ambos hombres luchaban entre miradas de ira y gruñidos de esfuerzo.
- Corred - le gritó Roin a las dos y el soldado le propinó un puñetazo en un costado que hizo que se tambaleara.
El dolor del costado provocó que el ermitaño perdiera parte de sus fuerzas aprovechando aquel momento por el soldado quien consiguió soltarse de la mano que tenía prisionera por el ermitaño. De nuevo levantó la espada para darle una estocada a Roin y terminar así con un problema menos, pero en ese mismo instante una sacudida hizo temblar el suelo cayendo todos los que estaban en aquella estancia de rodillas.
Las ventanas desde donde Ere había visto como iniciaban la revuelta en contra de su gobierno estallaron en miles de cristales, dejando pasar el grito agónico de todas las personas que se encontraban en la calle mientras que el temblor no aflojaba su intensidad hasta pasado unos segundos.
-¿Un terremoto? - gritó Linfa.
Y un chirrido se alzó por encima de todo, haciendo que las personas se vieran obligadas a taparse las orejas con las manos del dolor que les producía escuchar aquel grito. Tras eso la sacudida se calmó, aquel momento fue aprovechado el ermitaño para dar un tajo desde la tripa hasta la cara tapada del soldado con su hacha provocando que este saliera por los aires dejando un reguero de sangre que le salpico a Roin en la cara y haciendo que la capucha del soldado volara hasta llegar a la pared donde se encontraba la puerta.
-¿Qué ha sido eso? - gritó el ermitaño mientras recomponía la compostura después de haber matado a dos hombres en una misma semana, y de nuevo un golpe hizo temblar la tierra provocando en este caso que las casas más viejas se derrumbaron haciendo caer cascotes por la ciudad y matando a todo aquel que encontraban en sus trayecto. La habitación donde se encontraban los aventureros sacudió a los muebles, las estanterías se derrumbaron y los decorativos que había colgados en las paredes estallaban al chocar contra el suelo. Los tres se asomaron por la venta para ver que pasaba encontrándose que tras la muralla había una bestia descomunal con la forma de un gusano cubierto de escamas afiladas, miles de dientes salían de su boca, sin ojos y cuatro grandes bigotes se retorcían a los lados de lo que podrían describir como su cara.
Los ojos del ermitaño entraron en pánico al ver aquella bestia - ¿Qué demonios es eso? - dijo paralizado.
Las elementales se miraron atemorizada - es una invocación de las fuerzas oscuras - dijo Ere.
Una pequeña tormenta de arena se alzaba contra la muralla al mismo tiempo que aquel gusano arremetía contra la muralla. Cada golpe provocaba una sacudida en el suelo que hacía caer partes de algunas casas, el caos se extendía por las gentes que se encontraban en la ciudad mientras que la mayoría de los hombres y mujeres se escondían donde podían para evitar ser aplastado por los escombros.
- Tenemos que hacer algo - dijo Linfa - no podemos dejar que destruya la ciudad -.
Ere permanecía impasible ante los destrozos que allí estaban ocurriendo, mientras que veía como la misma gente que unos minutos antes había intentado matarla ahora corría despavorida para salvar sus propias vidas. Ella tomó iniciativa y se acercó lentamente hacia la ventana, donde una ráfaga de viento golpeó hacia dentro de la habitación provocando que Linfa y Roin cayeran por completo al suelo, mientras Ere dejaba caer su ropa al tiempo que su piel convenzaba a perder color convirtiéndose en un tenue humo blanco que se mezclaba con la arena.
Linfa pudo ver que su hermana se alzaba por encima del suelo volando poco a poco, su cuerpo iba perdiendo la forma hasta convertirse en un humo con la figura de una mujer que implacable detenía la tormenta de arena provocada por la bestia que se dirigía contra la muralla. Algunos soldados comenzaron a señalar la forma vaporea de Ere que volaba ahora por la ciudad.
- No molestes a mi ciudad - dijo ella mientras que con los brazos hacía movimientos que se mezclaban con el aire perdiendo la forma.
Poco a poco un tornado de arena se formaba detrás del gusano gigante que sintió como la fuerza de este le arrastraba hacia atrás. Los bigotes le golpeaban de la fuerza que ejercía el viento en su espalda a la vez que él se intentaba escapar, siendo tarde para huir pues el tornado tenía el mismo tamaño que la bestia y lo arrastra ahora con facilidad. Tras una lucha intensa de fuerza Ere hizo un último esfuerzo que demostró en un grito atronador viajando por el viento y la arena, haciendo que el gusano saliera volando del suelo lejos de la muralla a unas decenas de metros junto con los cascotes de la muralla y múltiples cosas que el tornado había tragado.
El golpe que produjo el cuerpo de la bestia al chocar con el suelo fue tal que se sintió en la ciudad pese a la distancia, pero el daño y susto que le hizo a la bestia fue suficiente para que se esconderá bajo tierra y se marchara.
Al terminar Ere regresó por la ventana que había salido tomando de nuevo la forma humana con la que se había presentado pero esta vez completamente desnuda. Los aventureros quedaron asombrados al ver tal poder desatado en un momento, y más avergonzado quedó Roin al ver el cuerpo de una mujer tan bella delante de ella.
Erë no llegó a prestar atención a la presencia de estos mientras que volvía a cubrir su cuerpo de humana con la seda que se había caído al suelo al salir por la ventana.
- Vayámonos de este lugar, ya- dijo satisfecha de lo que había hecho, mientras que su hermana permanecía tumbada en el suelo observando como un elemental cambiaba de forma sin más y despachaba una bestia de tal tamaño con unos movimientos de sus manos.
Los tres esquivaron el cadáver del soldado muerto en la habitación y posteriormente el que yacía en la entrada, tras bajar las escaleras y esquivar los escombros derrumbados que había sucumbido a las sacudidas encontraron la puerta principal con una rendija abierta y algunos cuerpos de los soldados que la habían defendido muriendo cuando algunas rocas se les habían echado encima.
Al abrir y dejar entrar la luz del Sol se encontraron que la misma plaza que antes sucumbía a las atrocidades de una guerra ahora permanecía de rodillas alabando el nombre de Erë como si fuera una diosa. No tenían palabras para describir lo que veían pues miles de personas permanecían rezando delante del edificio aun habiendo cadáveres en los escalones de este.
- Debemos ir por otro sitio – dijo Erë mientras que cerraba el portón y cogía la capa de uno de los soldados que había caído a pocos pasos de la puerta junto con su arma que ocultó como buenamente pudo.
- Saldremos por la misma entrada que hemos venido – dijo Roin haciendo indicaciones de que le siguieran.
Corrieron hasta llegar a las escaleras que daban a la calle donde ya no estaban ni los soldados, ni Astra esperándoles. Aquella parte estaba más abandonada por la gente, pues los que quedaban corrían de un lado a otro o incluso entraban a robar en algunas casas mientras que muchos iban hacia la plaza de forma despavorida.
Caminando con cuidado y esquivando las calles más concurridas pudieron escapar de la ciudad por una de las puertas de la muralla que había quedado derruida y apenas había guardias vigilando la entrada hasta llegar al campo desértico que se extendía de nuevo ante sus pisadas.
Las horas pasaban dejando atrás aquella tierra hostil de calor y arena adentrándose poco a poco de nuevo en los bosques y la tierra húmeda. Llegados hasta un punto donde los primeros árboles daban sombra y la arena ya no era parte de su calzado permitiéndoles descansar para tomar aliento y poder narrar las historias por las que habían pasado.
Comenzó Linfa contando sus aventuras con la caravana y los sitios que había visitado, seguidamente de cómo Roin conoció a Hela y del mismo modo la perdió, de todas las aventuras que habían sufrido e incluso de como los goblins los daba caza sin tregua y finalmente Erë explicó que ella siempre había pasado la mayor parte de su tiempo vagando por las tierras áridas y sentía la necesidad de hacer justicia ante la deshora que los humanos provocaban en su misma raza, pero finalmente entendió que era una especie que estaba condenada a repetir cíclicamente los mismos errores.
- Lo que no entiendo hermana es como has podido hacer aquello del tornado – le dijo Linfa mientras recordaba ver a su hermana volando con los brazos alzados.
- Desde el día que me transformé en humana he intentado poco a poco dominar mi elemento – respondió ella mientras que colocaban palos y piedras para hacer una pequeña hoguera en una explanada debajo de una arboleda – hasta que al final conseguí dominarlo tras muchas horas de esfuerzo – continuó al tiempo que usaba dos piedras para encender la yesca.
Linfa permanecía cogiendo ramas secas que había caído cerca de allí para hacer un montón y avivar así la hoguera, mientras que Roin había salido a buscar algo de comer dejando a las hermanas tiempo para poder hablar en calma.
- Me preocupa lo que tu amigo nos ha contado de Hela, tengo la sensación de que está en un peligro mayor de lo que imaginamos – aquellas palabras salieron de lo más profundo del corazón de Erë intentando hacerse a la idea de cómo habían podido invocar a los elementales sin previo aviso y desatar tantos años de silencio en la tierra que ahora estaba habitada por los humanos.
- También sufrimos el ataque de los elfos en el bosque – le dijo Linfa para advertirla de que los peligros no cesaban.
Erë sintió como si aquellas palabras fueran más peligrosas de lo normal – ¿Los elfos intentaron matar a un elemental? – Preguntó totalmente desconcertada pues aquellos seres tenían la misión de salvaguardar la naturaleza que les rodeaba evitando que esta cayera en las manos equivocadas – no puedo llegar a entender por qué quisieran hacer eso –
Linfa simplemente recordó la espalda de Roin mientras que este bloqueaba con el hacha la espada de aquel ser y la flecha que el otro hombre cargaba se veía detenida al ser atravesado por una lanza.
- Desde que aparecimos en el mundo de los humanos no he visto más rastro de muerte en mi camino – dijo finalmente Linfa.
- El hecho de que nos hayamos mezclado con los humanos no es para nada una señal de que las cosas van bien – le advirtió Erë mientras que se levantaba hacia su hermana – tenemos que descubrir como sea lo que está ocurriendo y saber si las demás están sanas – ella la miró directamente a los ojos y la abrazó con fuerza sintiendo que el calor de su cuerpo se mezclaba con el suyo mientras que ambas dejaban caer algunas lágrimas.
- Hemos tenido suerte con la caza – dijo Roin apareciendo tras unas rocas con dos liebres en sus manos. Él se detuvo en seco al ver la escena que dejaban las sombras de las hermanas en un abrazo iluminado por las llamas de la hoguera que ahora hacía mayor fuerza al haber caído la noche sobre aquella arboleda.
Los tres permanecieron en silencio durante bastante tiempo.
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