20 Leyendas: La última senda
Tokën portaba un pico en cada mano y golpeaba con cada uno de ellos a un ritmo frenéticamente sincronizado. No se cansaba como el resto de compañeros, no cesaba en su velocidad, solo tenía un objetivo y era terminar aquel túnel que se habría paso bajo la ciudadela de los enanos.
Al escuchar la voz de Linfa dirigió su mirada hacia los extraños, y una gélida atmósfera se quedo nublando por unos segundos en sus pupilas inyectadas en sangre hasta que finalmente reconoció aquella joven de cabello azul lo que provocó que soltara los picos y adornara sus mejillas con el rostro de la felicidad.
-¡Linfa!- la gritó - ¡Sabía que tarde o temprano vendríais!- y corrió trotando hacia ella agarrándola de la cintura con los fuertes brazos que se reflejaban en sus músculos y levantándola varios centímetros del suelo sin apenas hacer esfuerzo en ello.
- Tokën ¡Me aprietas demasiado!- la presa que había formado al rededor de su cintura le hacía sentir la presión de una fuerza que no era igual a la de un mortal, no solo con ello se quedó conforme si no que Tokën aprovechó el momento para girar sobre sus pies en un énfasis desbocado de felicidad.
- Tokën, que bueno verte tan fuerte como siempre - esbozó Ere felicidad con sus palabras.
Tras el reencuentro de las hermanas y los saludos que fueron compartidos por ambas partes, subieron de nuevo a la ciudadela donde un gran banquete les esperaba en una de las miles de salas ocultas dentro de la montaña. Roin ardía en felicidad al poder tener acceso a tal cantidad de comida desde panes, carnes, pescado, verduras, varios tipos de vinos, un sin fin de gustos y sabores se expandían como los caminos que se iban abriendo entre las paredes de la montaña.
El ermitaño comió y bebió todo aquello que no había podido en los últimos meses desde que comenzó su aventura, y la felicidad se desbordaba en él tanto por lágrimas como los restos de comida que se asentaban en su barba.
-¿De dónde habéis sacado a este humano tan peculiar?- Le preguntó Tokën a Linfa, estando ambas juntas en la mesa sentadas.
-Es una larga historia, parece ser que él le salvó la vida Hela y a raíz de esto ha emprendido una aventura para poder buscarla - le respondió poco a poco bajando el tono de su voz.
-¿Qué le ha pasado a Hela?- se preocupó Tokën al escuchar la historia de su hermana.
-Las fuerzas oscuras la capturaron- Linfa miró a Roin al sentir la tristeza con la que siempre contaba aquella historia de sus propios labios - fue un amigo de Roin quien les tendió una trampa, y aún no sabemos como consiguió que Hela se escapara con él- bebió un sorbo de la copa de cobre que tenía en frente - pero lo que estamos seguras es que la tiene cautiva y nada bueno podemos esperar de ello-
-Debemos tener cuidado, aún me acuerdo cuando aparecí por los campos que hay entre estas montañas - al decir aquellas palabras Roin aprovechó un inciso en su comida y para preguntar la historia que le había llevado hasta ese lugar.
-Me desperté entre las frías rocas que se ocultaban en la nieve y anduve durante largos tramos hasta que Theron me encontró - dirigió la mirada al fondo de la mesa donde un enano alzaba la copa rellena de cerveza y esta desbordaba a todos los lados, ella sonrió - y al entrar por las puertas de esta fortaleza me quedé asombrada de las maravillas que cubrían cada una de las sombras en su interior - y con un desvío con cuidado miró las piedras incrustadas en el cielo rígido que se alzaba por encima de ellos.
Mientras que aquellos enanos acompañaban con un banquete a los invitados y ambas partes disfrutaban con alegría y festividad del momento, en una parte oculta de la montaña un enano abrigado hasta los dientes donde solamente una pequeña fracción de su gran nariz salía por encima de la ropa, temblorosamente sacaba una pipa hecha de madera y con otra mano sacaba una bolsa de cuero con tabaco en su interior. Pese al frío al que estaba acostumbrado, le fue arduo trabajo preparar la ración correspondiente para fumar, y finalmente sacó un mechero mecánico que prendió fuego rápidamente dejando al descubierto las sombras de su cara.
En ese mismo instante, una flecha cortó el aire y le atravesó las múltiples capas que tenía hasta alcanzarle en la garganta, dejando caer así la pipa y el mechero mientras un reguero de sangre se escapaba hacia la nieve tiñéndola de rojo.
En la entrada principal, dos enanos hablaban y bebían mientras que sujetaban con firmeza sus escopetas decoradas con adornos dorados. Un fuerte golpe les despertó de su calmada noche haciendo que el suelo vibrara bajo sus pies. Ambos enanos prepararon sus armas y uno de ellos asomó su mirada por el hueco del muro que daba al paraje exterior. Los ojos azules del enano se abrieron de par en par al ver como unas grandes figuras oscuras lanzaban contra la puerta las piedras que se encontraban por el camino. No tardó en tomar en mano el cuerno que colgaba de su cintura para, con una gran bocanada de aire, hiciera sonar una melodía grave la cual rebotó en cada una de las paredes de la montaña. Todos los enanos pusieron su atención en ese sonido que solo podía suponer una cosa y rápidamente dejaron lo que tenían entre manos para atender la llamada de auxilio.
El banquete cesó al instante y todos los enanos corrieron de forma ordenada hacia la entrada de la fortaleza al grito de esperanza y firmeza de su rey.
-¡Es la hora de luchar, hermanos!- gritó con fuerza alzando aún más su voz grave por encima del sonido que pedía auxilio -¡Coged las armas y preparaos en vuestros puestos!- y todos los que allí estaban comenzaron a desplegar el armamento que tenían.
Enfrente de la muralla se desplegaba un ejercito de seres verdes y bestias invocadas desde el mismo vacío de la oscuridad. A diferencia de la que había sido invocada anteriormente, estos eran seres altos y delgados, con deformaciones repartidas por todo el cuerpo y sus caras desgastadas por el dolor y el sufrimiento de siglos de tortura reflejaban odio y rencor a todo lo que estaba vivo. Con largos brazos seguían lanzando piedras contra las puertas, sin éxito en sus aciertos pues esta se encontraba bien escondida entre las piedras de la montaña y la precisión no era el mejor de los talentos de aquellas bestias.
Tras ellos, los goblins se preparaban para la carga armados con sus lanzas mal fabricadas pero perfectamente funcionales para segar vidas. El líder, que se encontraba enfrente de toda la tropa, portaba en sus manos el orbe con el fuego de la mirada en su interior.
-Serán nuestras señor- le dijo el líder.
-No espero menos, esta noche debe terminar todo esto - le respondió.
En el interior de la montaña los enanos preparaban las armas para la batalla, corrían hacia los túneles que estaban diseñados para hacer frente a cualquier asalto. Con sus trincheras diseñadas y los huecos preparados donde los primeros disparos de escopeta hacían tronar el cielo estrellado. Los primeros seres verdes iban cayendo ante los disparos de los enanos, y la rabia con la que replicaban la muerte de sus semejantes les hizo comenzar la carrera hacia la batalla. Para desgracia de los enanos, la última piedra impactó directamente contra la puerta haciendo que esta se desquebrajara.
No hizo falta mucho tiempo para que estos llegaran a la puerta y comenzaran a golpearla con las armas que portaban. Poco a poco la puerta iba cediendo y el ritmo de los disparos que los enanos lanzaban no era suficiente para frenar aquella oleada que se amontonaba en una ola de violencia.
En el interior de la montaña era un movimiento constante de pequeños humanos portando armas y munición de un lado a otro. Las hermanas y Roin permanecían en una torre que se alzaba detrás de la puerta principal, donde el rey y dos enanos más se encontraban dando órdenes para defender la ciudadela.
-¡Es hora de sacar la artillería pesada, chicos!- ordenó el rey con un grito seco.
De dos habitaciones aparecieron unos carros con varios tubos metálicos situados en círculos y un gran cajón detrás el cual iba desplazándose por dos grandes ruedas. Todo ello estaba hecho con metal y seguía la temática de las armas que habían visto hasta ahora. Con sus retoques dorados y adornados con las letras grabadas en el propio metal. Ambas armas se colocaron a los laterales de la puerta abriendo un gran agujero en las paredes donde salió el cañón, y tras unos segundos de calentarse este comenzó a disparar una ráfaga interminable de balas. Los goblins comenzaron a caer entre gritos de dolor por cada impacto que provocaba el fuego de las balas candentes en las parte de su cuerpo.
El ritmo de las bajas empezó a ser considerable y un atisbo de esperanza se presentó entre los dueños de la montaña al frenar aquella masa de seres sedientos de sangre.
-Ya va siendo el momento de desplegar los demás - dijo el orbe, y el líder replicó con un leve gesto de cabeza hacia otro de los semejantes.
En el interior de la montaña, el rey se regocijaba ante la posible victoria que se presentaba.
-Pensaban que con eso podrían vencernos, menudos ilusos- adornó aquellas palabras con una sonrisa.
Sin embargo, por otro lado, en los túneles que se abrían por debajo de la montaña comenzó a sonar un temblor que hizo inquietar aquellos que aún se encontraban ahí. Poco a poco las paredes comenzaba a desquebrajarse y la tierra caía a los pies de los enanos quienes hacían acopio de sus fuerzas con los picos y armas para prepararse a lo peor. Los goblins había cavado túneles por debajo de la montaña con herramientas tocas y hasta con las propias manos. Cientos de agujeros se abrieron y aquellos enanos que había aún en las filas subterráneas se vieron desbordados por la cantidad de enemigos que, sin piedad alguna, descargaba toda su ira en las múltiples heridas que perforaban los cuerpos de aquellos trabajadores.
Los que se encontraban más cerca de la plataforma elevadora emprendieron la huida para dar aviso de lo que estaba ocurriendo, mientras que otros tantos cogían las escopetas que se encontraban a los laterales y daban su vida con el fin de conseguir algo de tiempo para que pudieran llegar a tiempo.
No tardó mucho hasta que los goblins consiguieron sobre pasar aquellas defensa y emprender una escalada monumental y excesivamente ágil por las paredes del pozo que se extendía hasta la ciudadela. Los enanos que estaban en la plataforma intentaban arrojar objetos para evitar la subida, pero el gran número que acudía en manada no era fácil de disolver con apenas unas piezas de chatarra a modo de proyectil.
Cuando la plataforma llegó a la superficie tuvieron el tiempo justo para dar el aviso de alarma.
-¡Señor!- abrió un enano la puerta de la estancia donde se encontraba el rey quien le dirigió la mirada de asombro -¡Han entrado por los túneles!-
-¡Hermanos!- y la voz del rey se alzó por encima de las nubes oscuras que comenzaban a cubrir el cielo estrellado con el tono grave característico de los cientos de años que había sucumbido al vivir bajo la roca -¡Retroceded a la segunda ciudadela!-
Y no pasó ni un segundo cuando los enanos empezaron hacer un despliegue de medios para su huida hacia el interior de los intrínsecos pasillos que se expandían por la ciudadela. Muchos aún daban su vida sin cesar en su empeño de llevarse consigo cuantas vidas pudiera. Los goblins ya habían roto la entra principal, y los túneles desbordaban una cantidad de enemigos incapaz de ser frenada.
-Yo me ocupó de los túneles - Dijo Token mientras se ponía unos guantes de cuero reforzados con una cota de malla.
-Son demasiados hermana, te ayudaremos - le dijo Linfa con preocupación por lo que ocurría.
-Hermana, no tienes a tu elemento entre las rocas, aquí soy yo quien puede dominarlas y Ere podría provocar daños en las estructuras si no lo controla - se acercó lo suficiente para poder abrazarla -volveré, te lo prometo - le devolvió la sonrisa - lo haré por Hela- y se marchó corriendo seguida de dos enanos a su espalda.
Roin se acercó a Linfa y apoyó una mano sobre su hombro para acompañarla en la carga que le había dejado.
-Estará bien, se ve que es fuerte - le dijo
Y se marcharon de la habitación donde se encontraban mientras seguían al rey por los caminos. Entre habitación y habitación de vez en cuando se encontraban algún grupo perdido de goblins que había conseguido introducirse más de lo esperado, pero Roin conseguía hacer amago de las fuerzas recuperadas por la gran comida y los mataba como había hecho con anterioridad, pudiendo decir que hasta con mayor facilidad que antes.
Mientras, en sentido contrario a su huida, Token corrían acompañada de los enanos haciendo uso de su fuerza para erradicar cuanto mayor número de seres se cruzaban en su paso. Cogió una lanza de acero con una punta de obsidiana con la que atravesaba con facilidad las escasas armaduras con las que los goblins se protegían. El fogonazo y los truenos constantes de los disparos se iban haciendo cada vez más constantes entre las paredes de los túneles, mientras que los chillidos y gritos de agonía se ahogaba en el vacío de aquellos espacios tan reducidos.
Tras un gran número de puertas Token consiguió llegar hasta la entrada del túnel donde los seres salían después de la escalada rebosando los laterales del pozo que daba a las minas. Esta vez habían tirado cuerdas por donde les hacía más fácil la escalada, pero era un gran trecho el que los separaba de las minas a la ciudadela y llegaban pese a todo cansados, momento que aprovechaban las tropas enanas para hacer uso de su ingeniería y disparar sin descanso para igualar el número de tropas. Los caños cogían temperaturas elevadas, y las balas caían rebotando en el suelo produciendo un tintineo constante.
Token se mantenía invocando cachos de piedra que salían disparadas directamente hacia las filas de los goblins quienes terminaban aplastados por los proyectiles, agujas afiladas del suelo se alzaban por encima de sus cabezas atravesando los delgados cuerpos de esos seres verdes haciendo crujir sus huesos hasta los cráneos.
Pese al empeño y las fuerzas que se estaban usando, el número de seres no terminaba de menguar y poco a poco los enanos iban perdiendo terreno y hermanos, quienes caían tras las cuchilladas de las dagas oxidadas sobre sus cuerpos acorazados.
Token, quien notaba en su respiración como las fuerzas ya iban menguando en aquel cuerpo mortal, se veía desesperada al ver como sus hermanos caían en dolor y sangre ante sus ojos. Finalmente, y en un último intento de acabar con el combate que allí se libraba miró al techo que pendía sobre el agujero.
-¡Cubrirme hermanos!- gritó pidiendo ayuda - terminemos con esto de una vez - y alzó los brazos por encima de su cabeza.
Cerró los puños y con las fuerzas que aún recorrían sus venas comenzó a tirar, de forma invisible, de la enorme roca con piedras incrustadas que poco a poco iba creando grietas a su alrededor. Tras varios minutos sin ceder un segundo al cansancio, la piedra rompió su unión con el techo y cayó en seco sobre el túnel, aplastando a todos aquellos seres que había llegado y llevando a una caída mortal a los que se encontraban cerca de la salida por el brusco golpe en seco.
El polvo se alzó por toda la estancia y los disparos poco a poco iban cesando.
-Hemos terminado aquí- dijo Token feliz pero sin fuerzas.
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